Las relaciones: un pastel que se cocina entre dos
Piensa una empresa que consideres importante. Del sector que quieras. ¿Una multinacional petrolera? ¿Un proveedor de servicios del Internet? No te lo pienses demasiado. ¿Ya la tienes?. Bien; pues vamos al siguiente paso.
Ahora imagina que tú controlas el 50% de las acciones de esta empresa. ¿Qué te parece? Crees que tienes margen para influir en los destinos de esa empresa? Espero que la respuesta sea afirmativa, porque a cualquier accionista le gustaría tener semejante porcentaje de acciones!
Desde la perspectiva de la psicología relacional consideramos que es imposible comprender al individuo aislándolo de sus relaciones. Somos seres sociales. En una relación entre dos personas, sea del tipo que sea (madre-hijo, empleado-jefe, de amistad, de pareja, abuelo-nieto…) los implicados perciben un cierto “clima”, que es por el que nos interesamos cuando le preguntamos a alguien: ¿Qué tal te llevas con tus padres? Las respuestas pueden ser muy diversas, pero en función de cómo sea la relación que ambas partes han construido, la respuesta de los implicados suele ser parecida. Es decir, ambas partes perciben ese “clima”.
Es como si las relaciones fueran un pastel que cocinamos a medias con el otro. Si nosotros ponemos ingredientes dulces y la otra parte los está poniendo salados, cuando el pastel salga del horno no va a ser del agrado de ninguno de los dos.

Entonces me pregunto: Si podemos decidir qué ingredientes ponemos en nuestras relaciones, e identificar qué ingredientes está poniendo la otra parte, ¿por qué la gente se queja tanto de sus relaciones?; ¿Por qué tan a menudo una parte considera que la responsabilidad es de la otra parte, si ambas tienen el 50% de las acciones de su relación? ; ¿Por qué no usamos nuestro poder en cada una de nuestras relaciones?
No creo que sea porque nos guste sufrir. ¿No será que no hemos probado otras formas de relacionarnos?; ¿Si cambiamos la forma en que nos relacionamos, cambiará la forma de relacionarse de la otra parte implicada? La respuesta es sí. Aaahh! Pues entonces, si logramos eso, pasamos a tener algo más que el 50% del poder en la relación: oficialmente tenemos el 50% y además tenemos una especial habilidad para manejarla de forma más satisfactoria.
De este modo ya no vale aquello de “me separé porque él era un pasivo-agresivo” o “me separé porque ella era una manipuladora”. Quizás sea más interesante preguntarse: ¿Qué pude estar haciendo yo para permitir que él se comportara de forma pasivo-agresiva o que ella se comportara como una persona manipuladora?.
Hasta aquí todo está claro. Pero, ¿cómo se pueden mejorar las relaciones?
Conmigo no vas a encontrar “palmoterapia”, ni lo vamos a solucionar poniendo 5 piedras una encima de otra. La solución pasa por un análisis de la forma de relacionarte y el diseño de una nueva estrategia para hacerlo de forma más saludable.
¿Empezamos?
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