La Navidad obliga a la celebración y a la alegría de compartir el festejo con la familia. Pero… ¿cómo es posible celebrar las fiestas si nos sentimos tristes por la pérdida de un ser querido? ¿Tiene sentido celebrar algo cuándo no se tiene ánimo de hacerlo? En estas fechas, las personas que se encuentran en un proceso de duelo se sienten todavía más tristes, saturadas, con sensación de pérdida de control emocional, sin fuerzas para decorar la casa, comprar regalos, u organizar una comida familiar, a la vez que su entorno presiona para que lo hagan. De este modo se presentan importantes retos para las familias que han perdido a un ser querido, y más especialmente si la pérdida se ha producido recientemente, y este es el primer año en el que se debe afrontar la celebración de la Navidad.

Empezamos un periodo en que se presentan diversas ocasiones en las que tradicionalmente las familias se juntan. Hijos que viven lejos “vuelven a casa por navidad”, y nos reencontraremos con familiares con los que no tenemos un trato diario. Pero este año tenemos una nueva invitada a la mesa: la ausencia.
El vacío que ha dejado el ser querido que ya no está. Sin duda, una convidada que ha irrumpido en la celebración en contra de nuestra voluntad. La ausencia es silenciosa pero se hace muy presente y representa una implacable evidencia de la pérdida de nuestro ser querido. Ante ello, no es extraño que algunos miembros de la familia tengan un auténtico terror al abordaje de estas fiestas y que cada individuo se sienta atrapado en una situación que amenaza con desbordar los propios recursos emocionales.
Hay distintas formas en las que una familia se enfrentan a ello, es decir, qué hacen y cómo lo hacen, que recursos ponen en marcha, cómo entienden lo que están sintiendo, para dar respuesta al evento al que se están enfrentando. La familia tendrá que hacer esfuerzos cognitivos y conductuales para manejar las necesidades propias y del resto de familiares, quizás con temor a no ser capaces de afrontarlas.
Es por ello que muchas familias optan por intentar ahorrarse el sufrimiento evitando compartir y reconocer la presencia de la ausencia. Actúan como si no hubiera ocurrido nada, desviando la mirada del lugar que ocupaba el fallecido en la mesa de Navidad. Es como si hubiera un elefante de color rosa en la habitación pero todo el mundo se comporta como si no lo percibieran. Esta es una reacción humanamente comprensible ya que el dolor es tan intenso que se intenta evitarlo a toda costa. Lo malo es que no hay lugar para la expresión del dolor; es como si hubiera un pacto implícito según el cual nadie está autorizado a mostrar públicamente sus auténticas emociones. Sin duda, esto requiere un esfuerzo personal de autocontención que convierte la experiencia de la celebración navideña en algo todavía más doloroso.
Otras formas de “evitar” al alcance de la mano en estas fechas, y que no van a ayudar en absoluto, pueden ser, por ejemplo, un consumo excesivo de alcohol (beber para olvidar), la ingesta desmesurada y las compras compulsivas. En definitiva, con este tipo de afrontamiento no se resuelve el problema y se pierde una oportunidad de oro para compartir el dolor de la ausencia con nuestros seres queridos.

Sin embargo otras familias optan por una estrategia de afrontamiento activa sobre la presencia de la ausencia. La persona fallecida no está, pero sigue presente en el recuerdo de todos. Los familiares han acordado qué hacer con el espacio vacío que hay en la mesa de la celebración de Navidad. Algunas colocan una vela encendida, o una fotografía, como símbolo de reconocimiento y respeto al fallecido. En ocasiones, hay familias que incluyen en el menú el plato preferido del fallecido a modo de homenaje. Hay quien prefiere hacer un brindis por la memoria de quién ya no está. Se trata de pequeños rituales que permiten compartir el dolor y expresar el vínculo afectivo que persiste con la persona que murió.
En este tipo de estrategia afrontamiento activo los familiares se dan permiso para hablar de cómo se sienten ante la ausencia, y entienden que es natural que en determinados momentos alguien necesite llorar o sentirse triste.
Otras familias reorganizan las funciones y los roles de sus miembros, tratando de encontrar una nueva forma de celebrar las navidades que resulte satisfactoria para todos sus miembros: quizás sea un buen momento para “pasar el testigo” generacional en la función de encargarse de la organización de la celebración navideña. Se trata de reinventar una nueva Navidad adaptando los rituales y costumbres navideños a la nueva situación.
No existe una forma mejor ni peor de afrontar las fiestas navideñas cuando se está en duelo. Cada familia debe encontrar una manera de organizarlas que haga sentir bien a todos sus miembros, consiguiendo que éstas no impliquen un dolor añadido al de la pérdida.
Es por ello que invito a todos aquellos que ya habéis vivido unas navidades en duelo a que compartáis en este blog aquellos pequeños rituales o recursos familiares que habéis puesto en marcha y que os han sido útiles. Quizás sean de gran ayuda para aquellas personas que afrontan sus primeras navidades sin los seres queridos que han perdido este año, que también quedan invitadas a compartir sus planes para estas Navidades.
Os deseo una Navidad serena, en compañía de los que compartís el sentimiento de dolor por la pérdida de vuestro ser querido.
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