El duelo es mucho más que un proceso intrapsíquico individual
El reagrupamiento y el establecimiento de una eventual tregua para antiguos conflictos es uno de los comportamientos más habituales de las familias, al poco tiempo tras la muerte de uno de sus miembros, en la elaboración grupal del duelo.
Justamente esto es lo que se produjo en el grupo Olé Olé tras la pérdida de uno de sus fundadores, Juan Tarodo, que falleció el 9 de mayo de 2013. Era compositor, letrista y percusionista, aunque se le ha conocido más por ser uno de los fundadores del grupo de los 80.

Olé Olé cosechó grandes éxitos en una dinámica de solistas que abandonaron y se integraron a la formación sucesivamente hasta que ésta se desintegró. Solamente la muerte de Juan Tarodo, justamente quién ostentó el rol aglutinador del grupo, ha conseguido, 20 años después, que sea posible reunir a la mayoría de sus miembros para honrar su memoria de la forma que saben hacerlo: con su música.
Su videoclip es una excelente expresión del duelo grupal por su pérdida, que a la vez sirve para sublimarla, convirtiéndola en una buena causa: Los beneficios discográficos y editoriales de este tema están destinados a la pareja y los hijos del fallecido, que en el momento del fallecimiento se encontraban en una situación económica delicada.
Análisis del trabajo de elaboración del duelo a nivel personal y grupal
El vídeo empieza utilizando un gran recurso terapéutico en la elaboración del duelo: el trabajo con fotografías. Olé Olé nos ofrece una imagen de antaño; de aquello que han perdido. No es casualidad que la fotografía sea en blanco y negro, colores que simbolizan el dolor por la pérdida, independientemente de que el momento en que funcionaron como grupo ya estaba plenamente implementada cualquier tecnología de captación de imagen en color.
El teclista es quién nos introduce mediante unos primeros acordes lentos, delicados, acompasados hasta el punto que rememoran el ritmo de las campanadas funerarias. Esas primeras notas dan paso a la voz de Vicky Larraz, quien fue la primera solista del grupo. Se empieza respetando una de las reglas naturales de pertenencia a un grupo: ella fue la primera solista, y debe ser que ocupe el primer lugar en este trabajo de elaboración del duelo. Una mujer con una fuerte personalidad, que empieza su interpretación con voz firme, a la vez que abatida, y que se muestra mediante tan solo su silueta negra, como símbolo de vacío y de luto. El contenido del mensaje expresa una reintegración simbólica del desaparecido en su propia persona.
La primera luz al amaner…
y una tíbia sombra en tu lugar.
Y aún así puedo verte, y resides en mi realidad…
Justo en el momento en que Vicky Larraz expresa su aceptación de la pérdida y la recoloca en su sistema afectivo (“Y aún así puedo verte, y resides en mi realidad“) su imagen se ilumina. La podemos ver firme, con mirada triste, y los brazos cruzados simbolizando un abrazo al vacío, protegiendo sus estómago ante algo tan difícil de digerir como la pérdida de un amigo joven. Está intentando procesar un gran sufrimiento emocional.
Siguiendo con la lealtad a las leyes naturales de pertenencia a un grupo (o a los Órdenes del Amor) le tocaría el turno a Marta Sánchez, que fue la segunda solista de Olé Olé. No está.
¿Qué ocurrió? ¿Por qué no participa en esta despedida? Me abstendré de formular hipótesis terapéuticas aunque sí cabe decir que Marta Sánchez no fue una solista del grupo como las demás, sino que al mismo tiempo tuvo una relación sentimental con el fallecido. Solamente ella, y a nadie más que ella le corresponde valorar las razones de su ausencia en este momento.
Así que pasa el turno y se le da voz a Sonia Santana, tercera y solista de Olé Olé. Respeta y reproduce el mismo recurso que ha utilizado su antecesora: en el fondo aparece una foto del fallecido junto a ella, en blanco y negro, y nos ofrece su silueta negra, esta vez de perfil.
A nivel verbal, nos indica su consideración de la vida estructurada en ciclos, y en la que el ciclo vital no hay vida sin muerte. Con su mano coloca el vacío que siente en su corazón, moviendo delicadamente su mano hasta depositarla en su pecho.
Nada queda atrás, es un ciclo más,
gira y vuelve a golpe de pasión…
Y nunca faltarás, ya que bailas en mi corazón.
Va ataviada con un vestido de seda blanco, ligero, delicado y puro como el sentimiento hacia el fallecido que contrasta con la imagen de fondo donde aparece la batería, el instrumento que tocaba Juan Tarodo, sin nadie sentado en la silla. Se nos presenta y confronta con la ausencia, con el vacío. Sin embargo, se escucha la percusión de la batería, como aquello que sigue vivo de quién ya no está. A continuación Sonia Santana prosigue con un nuevo ritmo (“un ritmo que vive en mí”)
A continuación, Sònia Santana prosigue con un nuevo ritmo (un ritmo que vive en mí)
Por ser tú, estoy aquí
y tu ritmo vive en mí.
Es tu mirada,
son tus palabras a la eternidad,
por ser tú…
A partir de este momento aparecen las dos solistas cantando juntas. Algo que el difunto jamás pudo imaginar que sucedería (de ahí el título del tema). Este momento es especialmente interesanta si analizamos el lenguaje corporal de ambas. Sonia Santana gesticula unos movimientos que transmiten una conexión con la esfera espiritual. En cambio Vicky Larraz se mueve en un sentido más visceral, de forma que dentro de su particular elegancia expulsa la rabia. En su vientre se proyecta la imagen del recuerdo.
Lo saludable dentro de un grupo, una familia, es que el conjunto pueda permitir las distintas formas de expresar el dolor emocional. En el caso de Sonia, el dolor que emerge del corazón, de los afectos. Y en el de Vicky, el dolor que emerge desgarradoramente desde sus entrañas.
Un grupo o una familia saludable sabe tolerar y respetar las distintas formas y tiempos en la elaboración del duelo de sus miembros.
En la siguiente estrofa se manifiesta verbalmente una asincronía verbal entre ambas solistas, que a la vez es complementaria. El resultado es una composición coral de indudable calidad artística. De la pérdida se obtiene algo sublime; o lo que técnicamente llamamos sublimar la pérdida:
Hoy tu sueño está a mi alrededor,
tu sonrisa canta tu calor.
Se adelantó el destino,
y nos dejó la estela de tu amor.
Por ser tú, estoy aquí
y tu ritmo vive en mí.
Es tu mirada,
son tus palabras a la eternidad,
por ser tú…
En este plano podemos ver los distintos estilos de expresión emocional de ambas. Y también la intensa expresión de dolor por la pérdida de los músicos, de modo que están situados en el mismo plano que el vacío que ha dejado el fallecido. Finalmente se nos invita a enfrentarnos a un primer plano para que compartamos su sentimiento de ausencia. Ante este gran vacío, sobran las palabras, y todo se expresa a través de su idioma común: la música. Un momento en que cada uno puede conectar con aquello que siente en su interior, acompañado por una partitura emocionalmente movilizadora.
Terminan expresando esperanza. Esperanza de que el fallecido siga vivo de forma simbólica (“Estarás aquí, seguirás aquí, en cada canción“). Incluso la esperanza de que la pérdida va a significar algo espiritualmente positivo: “harás brillar el sol, brillará el sol“.
Estarás aquí, seguirás aquí,
en cada paso, en cada canción.
Revivirás la luz,
harás brillar el sol, brillará el sol…
Por ser tú, estoy aquí
y tu ritmo vive en mí.
Es tu mirada,
son tus palabras a la eternidad,
por ser tú…
por ser tú…
En la última estrofa y estribillo las dos solistas se sincronizan completamente. Llegan a un punto de unión, de cierre, de aceptación conjunta de la ausencia de la persona a la que tanto amaron.
Sea cual sea tu pérdida, será un privilegio poder contribuir a una elaboración saludable de tu proceso de duelo.
Sin Comentarios